martes, 24 de marzo de 2009

UNA TARDE EN LA RADIO




¡Que me bese con besos de su boca¡
Son mejores que el vino tus amores,
es mejor el olor de tus perfumes.
Tu nombre es como un bálsamo fragante,
y de ti se enamoran las doncellas.

He copiado aquí estos cantos del Rey Salomón, porque quiero que me quede en la memoria, el sabor y el olor del programa de hoy.
Si digo que ha sido un programa especial, estaré repitiéndome, pero es que lo ha sido realmente. Una mujer nos ha traído hasta el bosque de las palabras, una construcción, una estatua hecha con libros. Mi programa se hace con libros, pero nunca imaginé que también se podían construir formas, con sus dimensiones distribuidas en el espacio. Los libros, de esta manera, ocupan también el aire y no solamente son sus palabras las que nos hacen imaginar, sino que su forma externa, su olor su color, nos pueden hacer sentir, vibrar.
Insisto en la idea de Pessoa de que la vida no basta. No es suficiente. Con la vida no hay ni para empezar y necesitamos de nuestra imaginación, para llenar el vacío de nuestras ilusiones.
Otra mujer nos ha traído hoy al programa la literatura convertida en música. Quizás sea la música, más antigua que las palabras. Es posible que los seres humanos, anduviésemos canturreando antes de hablar. La música es vieja, es antigua, está en nuestro cerebro, y además hace vibrar el aire, lo transforma, lo moviliza a nuestro alrededor. Una mujer que canta poesías. Nos ha hablado de Lorca, de música.
Y una mujer más nos ha puesto los pelos de punta con su voz, hablándonos de la muerte. La muerte; esa pesadilla, ese desconocimiento absoluto, ese vacío infinito que nos espera, hoy tenía, en el bosque de las palabras, voz de mujer. La voz de una mujer que dice que no le gusta su voz, pero que nos hace temblar, después de cerrar los ojos para escucharla.
Y ha tenido que se un hombre, el que nos ha puesto las cosas en su sitio, y nos ha dado el toque mágico y carnal. El toque de la voluptuosidad que todos encerramos en nuestros cuerpos. Un hombre ha venido a recordarnos que, aunque la muerte nos esté esperando; que aunque todos seamos ríos que van a dar a la mar, podemos, mientras tanto, disfrutar de la vida y de nuestro cuerpo momentáneamente. Podemos imaginar que somos felices, por un instante. Un instante maravilloso, eso si.
Y mientras tanto, Diana, encerrada en la pecera de la radio y yo, mirándonos alucinados, hemos asistido mudos, con los ojos muy abiertos, a todo este espectáculo de creatividad e inteligencia. Hemos asistido a un espectáculo que, desde que comenzó, sabíamos que iba a ser irrepetible. Nunca más viviremos nada igual.
Gracias Maribel por cantar cuando parece que nadie canta ya,, gracias Alicia por hacer con los libros cosas inimaginables, gracias José Miguel por tu voz con los pies en la tierra, gracias Rosalía por tu maravillosa crónica desde Ohio, gracias Amparo por no creer en tu voz y hacernos soñar con ella.
Si me quedan por vivir muchas tardes de radio como la de hoy, no quiero saberlo. Quiero vivirlas.

6 comentarios:

Diana dijo...

Gracias, gracias, mil gracias...realmente una tarde para recordar. Me he sentido como la niña Alicia en las maravillas, emocionada y sin capaz de interrumpir a los grandes.Gracias por que pude escuchar el espectaculo de la poesia y la dulzura de la musica.
Gracias, Señor Profesor, por abrirme las puertas en el Bosque de las Palabras.
Diana

Anónimo dijo...

Gracias Francisco!!
cada día nos regalas cosas más bonitas, oportunidades nuevas para conocer gente nueva... Cada día me gusta más leerte y escucharte porque cada vez que lo hago siento que eres por encima de todo una persona magnífica...Me envuelven tus sentimientos...Me encantan tus libros y tus artículos, eres un genio,... enhorabuena y muchísima suerte...
un besazo

francisco legaz dijo...

Gracias Amparo y Diana. Pero siento tener que corregir algunas de vuestras palabras. Ni maestro ni profresor ni genio. Nada de eso. Yo, como vosotras, símplemente estaba allí. Nada más.

Anónimo dijo...

¡Hola a todos!
puedo leer el poema de Amparo en algún sitio.
Gracias

francisco legaz dijo...

Para escuchar a Amparo, sólo hay que pincharle la nariz a Mozart

Un saludo

Alejandra Menassa dijo...

Qué buen escrito Francisco, dan ganas de haber estado allí.
Un beso